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hamacas de jardin para colgar

—¿En tu casa tenéis esclavas? Mi hermana Míriam me dice siempre que soy demasiado blanda con las esclavas — explicó mí ama — claro que he de reconocer que Sarah es bastante buena esclava. —¿Sabes qué le hizo Alisa a su esclava? Le dices que te acompañe a buscarme — me dijo el ama y se marchó. —Gracias ama — le dije arrodillándome para recoger el pequeño paquete de sus manos. Madre e hija llevaban ya un buen rato gastando a manos llenas y cada nuevo paquete iba a parar a mis agotados brazos. Zulema parecía angustiada, yo también y Cora que sostenía en sus manos el cenicero donde el ama Raisha arrojaba la ceniza del silla colgante huevo cigarrillo que estaba fumando también estaba a punto de llorar. Yo tenía que haber aprendido la lección con el castigo y punto. Podía haberse peleado con alguna amiga, podía haber tenido algún percance en sus estudios, qué se yo… cualquier cosa, y entonces su regreso a casa no me resultaba tan cómodo y agradable.

Large Original Polyester Rope Hammock 13OP Pawleys Island Ha Esperaba con ansia su regreso del colegio. Un día regresó a casa del colegio pero no vino sola, lo hizo acompañada de una amiga suya. En ese momento se me vino el mundo encima. Me volvía hacer fregar el suelo, limpiarle montones de zapatos, me hacía lavarle la ropa íntima que acababa de usar y quería que lo hiciera al momento. Yo cogí sus zapatillas que estaban en el suelo y las seguí. Y tú… pon la cara en el suelo! Una esclava no debe mirar a su ama a la cara. Había cometido una estupidez que podía costarme muy cara. Otro video que cautivó en redes fue el de un perro que tomaba agua de una cubeta y aprovechó el momento para darse un baño. El día que fui regalada a la señorita mandó que me anillaran una chapa identificativa en mi muñeca izquierda y eso quería decir que desde ese momento podía salir de la casa.

Dulcita y yo, que esperaba ser castigada de un momento a otro por mi insolencia, la seguimos. Ella podía ser buena conmigo siempre que yo recordara que era su esclava, y al parecer aquella tarde lo había olvidado. Y la chapita metálica que lucía en mi brazo izquierdo delataba, a quien lo supiese, que era una esclava. —Imagino que en tu casa tu esclava te servía en las comidas, ¿ Parecía que iba a ponerse a llorar. Para ellas era lo mismo que relacionarse con las muchachas trabajadoras de su país: un verdadero crimen, algo que no harían ni en caso de necesidad. Hoy ya he conocido a algunas muchachas y creo que congeniaré con ellas, son muy simpáticas… y todas de buena posición. Varias mesas estaban ocupadas por muchachas jóvenes y por elegantes señoras. Iba a ser la primera vez que salía de casa en tres años. Algunas veces tendría que ser un poco más dura de lo que soy.

Seguía medio inconsciente. La incorporé con un brazo rodeándole el cuello y como pude le di a beber un poco de la pócima. Fabricada en acero inoxidable, de tamaño medio (43,1 cm. —Pues sí… ya que lo dices… me gusta estar descalza en mi casa — le contestó su amiga. —No demasiado… creo que soy demasiado indulgente con ella. No me desagradaba humillarme de aquella manera ante mi ama, al contrario, como que sentía auténtica devoción por ella incluso me agradaba, pero al hacérselo a aquella muchacha me sentí vejada en lo más íntimo de mi ser. Entonces pensé en la conversación que días atrás había mantenido con mi ama, aquella en que me contó que quería tener hijos y en la que yo le pedí que reclamara a mi hermanita como esclava. Había sido esclava de muchas amas y todas me habían hecho sufrir, pero lo que acababa de presenciar, lo que el ama Randa le había hecho a la pequeña Nike creo que fue lo más horrible que vi.

Mi ama estaba tensa. Madre e hija vestían una elegante túnica de seda, negra la de la madre, verde oscuro la de mi ama Selma, y cubrían su cabeza con un precioso hijab que les daba una vuelta alrededor del cuello, como un fulard. Paseaban por el lujoso centro comercial exclusivo de la alta sociedad del barrio más rico de Dubai mientras yo las seguía a prudente distancia cargando con los paquetes de sus compras. Se sentaron en los cómodos sofás a la espera de ser atendidas y yo me coloqué discretamente detrás, cargada con los paquetes. —Lo siento, bonita — dijo la señorita Míriam — Beni va a ser la esclava de mis hijas, ya está decidido. Si consideras que debes castigarla hazlo, no sufras, no me enfadaré… Sarah es mi esclava y por tanto es tu esclava… — le contestó la señorita Selma para mi desesperación. Desde que abandoné mi aldea a los doce años había pasado por un gran número de situaciones de vejación, de humillación, de sufrimiento tanto físico como mental, de sometimiento, de sumisión, de acatamiento. Lloré como hacía años que no lloraba.

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